The Capitol
There is a recurring pattern in the conduct of certain naturalized citizens—such as Representative Ilhan Omar, of Ethiopian origin—who, although having acquired United States citizenship through a solemn commitment of fidelity to the Constitution, engage in public behavior that constitutes a direct, conscious, and systematic affront to the foundational principles of American constitutional democracy and to the respect owed to the majority will of the American people.
Such conduct is not limited to legitimate political criticism; rather, it reflects an unequivocal rejection of the fundamental civic values that sustain the Rule of Law, revealing a serious deficit in institutional understanding and a material incompatibility with the minimum requirements necessary for passing the citizenship examination, as well as for the responsible and loyal exercise of the rights and duties inherent to the status of an American citizen.
The repeated public statements of Congresswoman Ilhan Omar go beyond the bounds of legitimate political dissent and raise serious questions regarding the duty of institutional loyalty inherent in the exercise of elected office in the United States.
It is an incontestable fact that the United States granted her citizenship, constitutional protection, opportunities, and access to political power through free elections. In return, every elected representative is expected to faithfully fulfill constitutional obligations and to respect national interests, state security, and the trust placed in them by the electorate.
When a public official, vested with a federal mandate, repeatedly engages in conduct that delegitimizes the nation’s fundamental values, systematically displays hostility toward strategic allies, and undermines the national interest, the matter ceases to be one of mere ideological divergence. It becomes an institutional issue of public responsibility.
Freedom of expression, broadly protected by the Constitution, must not be confused with absolute immunity for political acts that compromise national integrity, public trust, and the representative function. An elected mandate does not authorize conduct contrary to the essential interests of the State, nor does it permit the use of public office to erode, from within, the very foundations of the Republic.
Accordingly, the demand for accountability is both legitimate and necessary. The democratic system presupposes mechanisms of oversight, clear limits, and proportionate consequences. The absence of such instruments constitutes institutional omission and weakens the democratic compact.
This is not a partisan debate. It concerns the preservation of sovereignty, the integrity of institutions, and the fundamental principle that every elected representative must act in accordance with the interests of the nation they swore to serve. The United States possesses sufficient historical, legal, and constitutional tradition to confront this challenge with rigor, legality, and firmness.
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De la Libertad de Expresión a la Responsabilidad Institucional
Se observa la actuación reiterada de ciudadanos naturalizados —como es el caso de la congresista Ilhan Omar, de origen etíope— que, si bien adquirieron la ciudadanía estadounidense mediante un compromiso solemne de fidelidad a la Constitución, adoptan conductas públicas que configuran una afrenta directa, consciente y sistemática a los principios estructurales de la democracia constitucional de los Estados Unidos y al debido respeto a la voluntad mayoritaria del pueblo estadounidense.
Dicho comportamiento no se limita a la crítica política legítima, sino que traduce un rechazo inequívoco de los valores cívicos fundamentales que sostienen el Estado de Derecho, revelando un grave déficit de comprensión institucional y una incompatibilidad material con los presupuestos mínimos exigidos tanto para la aprobación del examen de ciudadanía como para el ejercicio responsable y leal de los derechos y deberes inherentes a la condición de ciudadana estadounidense.
Las reiteradas declaraciones públicas de la congresista Ilhan Omar exceden los límites del disenso político legítimo y suscitan un serio cuestionamiento respecto del deber de lealtad institucional inherente al ejercicio de un mandato electivo en los Estados Unidos.
Es un hecho incontestable que los Estados Unidos le concedieron ciudadanía, protección constitucional, oportunidades y acceso al poder político mediante elecciones libres. En contrapartida, se espera de todo representante electo el cumplimiento fiel de sus obligaciones constitucionales, el respeto a los intereses nacionales, a la seguridad del Estado y a la confianza depositada por el electorado.
Cuando una agente pública, investida de un mandato federal, adopta de manera reiterada conductas de deslegitimación de los valores fundamentales de la nación, de hostilidad sistemática hacia aliados estratégicos y de debilitamiento del interés nacional, deja de tratarse de una mera divergencia ideológica. Pasa a configurarse un problema institucional de responsabilidad pública.
La libertad de expresión, ampliamente protegida por la Constitución, no se confunde con una inmunidad absoluta para actos políticos que comprometan la integridad nacional, la confianza pública y la función representativa. El mandato electivo no autoriza la actuación contraria a los intereses esenciales del Estado ni el uso del cargo para erosionar, desde dentro, los fundamentos de la propia República.
Ante ello, es legítima y necesaria la exigencia de rendición de cuentas. El sistema democrático presupone mecanismos de control, límites claros y consecuencias proporcionales. La ausencia de tales instrumentos configura una omisión institucional y debilita el pacto democrático.
Este no es un debate partidista. Se trata de la preservación de la soberanía, de la integridad de las instituciones y del principio elemental de que todo representante electo debe actuar en conformidad con los intereses de la nación a la que juró servir. Los Estados Unidos cuentan con una tradición histórica, jurídica y constitucional suficiente para enfrentar este desafío con rigor, legalidad y firmeza.

